Percy Spencer llevaba varios meses trabajando con un generador de altas frecuencias; el propósito de la investigación era crear un radar —pues las microondas son útiles en los sistemas de telecomunicaciones y la construcción de radares—. Aquel día de 1945, decidió tomar un receso y comer el chocolate que guardaba en su bolsillo, pero al sacarlo descubrió que el chocolate se había derretido.
Como todo científico, era curioso y creativo —no por nada obtuvo más de 150 patentes a lo largo de su ejercicio profesional—, así que se propuso descubrir qué había causado dicho fenómeno sobre el chocolate y por qué. Decidió probar con otros comestibles: colocó un huevo en un sartén cerca del generador y un puñado de palomitas de maíz en un recipiente; se ocupó en otras tareas durante un tiempo, para cuando regresó a revisar el estado de los alimentos el huevo estaba cocinado y las palomitas de maíz esponjadas y saltarinas —como suelen ser.
Entonces todo fue claro para Percy Spencer, había encontrado una conclusión científica lógica: el chocolate derretido, el estallido de las palomitas de maíz y el huevo cocinado eran consecuencia de la exposición a la energía de microondas de baja densidad.
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